Cavendish gana una San Remo de oficina

sábado, 21 de marzo de 2009

21 de Marzo, Arueda.com


Faltaron ataques en la Milán – San Remo 2009. Se notó en exceso la ausencia de algunos teóricos favoritos, en su mayoría clasicómanos, que no llevaron a buen término su preparación por diversos motivos. Fabian Cancellara renunció por un precario estado de forma, pensando quizá en el Giro. Frank Schleck y Óscar Freire sufrieron sendas lesiones; el campeón del mundo Alessandro Ballan está enfermo. Mirco Lorenzetto, quinto el año pasado y potencial sorpresa, amaneció febril y no pudo tomar la salida.

Sin embargo, la plana mayor de esprinters puros sí se presentó al completo. Tom Boonen, Mark Cavendish, Alessandro Petacchi, Thor Hushovd, Daniele Bennati, Robbie Mc Ewen, también los españoles Koldo Fernández de Larrea y José Joaquín Rojas. Velocistas, acompañados de potentes equipos en la mayoría de los casos, con buenos corredores supeditados a sus objetivos.

Así las cosas, las esperanzas de movimiento eran pocas. El equipo Acqua e Sapone, con Stefano Garzelli y Luca Paolini en plena forma, podía ser buen animador. El libérrimo Pozzato podría haber dado una exhibición de cualidades. Por supuesto, estaba Lance Armstrong, a priori dispuesto para ejercer de 'sheriff'. Sin embargo, la alternativas más sólidas eran dos: la terna de Diquigiovanni, formada por Gilberto Simoni, Michele Scarponi y Davide Rebellin, reventando el grupo a base de ataques; ó el potentísimo Luis León Sánchez haciéndose de un pequeño hueco subiendo el Poggio para consolidarlo bajando y ganar en solitario.

Ninguna se cumplió. Faltó decisión, sobraron escuadras para controlar, convencidas de las posibilidades de victoria de sus velocistas. De inicio se formó una fuga de once corredores de medianías, donde destacaban únicamente el austríaco de Columbia Bernhard Eisel y el ruso de Katusha Mikhail Ignatiev. Controlaban la distancia LPR (Petacchi), Cervélo (Hushvod) y Quick Step (Boonen), la fuga se fue desgranando y cuando fue abortada definitivamente al pie de la Cipressa sólo quedaban en cabeza el citado Ignatiev, Sebastian Turgot (Bouygues), Christophe Le Mevel (Française des Jeux) y el local Giampaolo Cheula (Barloworld).

En la Cipressa, la penúltima cota del recorrido, el soso desarrollo de la carrera parecía romperse. Michele Scarponi tomó la primera posición del pelotón y empezó a seleccionarlo. Los ciclistas más débiles cedieron pronto, se formaron numerosas catervas por detrás que incluían nombres ilustres como Robbie Mc Ewen, Koldo Fernández de Larrea o el celebérrimo Lance Armstrong. En la pomada sólo quedaron dos grupos: por delante uno de veinte ciclistas donde tiraba Liquigas al ser Benatti el único esprinter integrado en él, por detrás otro de treinta donde LPR trabajaba a marchas forzadas para llevar a Petacchi delante, aunque trajera consigo a varios rivales. Lo consiguió.

Quedaba así un grupo demasiado grande y repleto de hombres rápidos al llegar al pie del Poggio. Un Caisse d'Épargne envalentonado se tomó la cabeza de grupo en pos de las opciones de José Joaquín Rojas, sacrificándose infructuosamente. Française des Jeux hizo después lo propio en un movimiento algo necio, dado que no tenía ningún hombre capaz de entrar ni siquiera entre los cinco primeros en una hipotética volata en San Remo. Se empezó a subir y...

… No ocurrió nada. Prácticamente nada. El Poggio es una subida más o menos corta y suave; la dureza la deben poner los ciclistas, y eso no sucedió. Sylvain Chavanel se puso en cabeza para marcar un paso lento que salvaguardara las opciones de su jefe Boonen, y se mantuvo ahí durante kilómetros; primero solo, luego acompañado de otros coequipiers de Quick Step. Cuando quedaban apenas mil metros para coronar, Rebellin lo intentó a la desesperada sin resultado; Pozzato le secundó y repitió la acción, adquiriendo una pequeñísima ventaja que luego desperdició en la bajada. En todos esos movimientos anduvo metido Egoi Martínez (Euskaltel), el primero de los tres españoles que apareció en los compases finales de la carrera. El siguiente en hacerlo fue Luis León Sánchez, quien una vez acabado el descenso quemó sus naves con un derroche de potencia que ni siquiera inquietó a un grupo donde ya se mascaba el esprint.

Y el esprint al final llegó. Los equipos se disputaron el dominio del mismo,saliendo ganador de la contienda un Columbia que gracias a Hincapie consiguió colocar inmejorablemente a Cavendish. Todo, sin embargo, saltó por los aires cuando el corredor de Cervélo Heinrich Haussler demarró y sorprendió. El alemán ha explotado este año, ha mostrado una gran fortaleza y una regularidad que hasta ahora ni se le sospechaba. Sabedor de que su explosividad no es suficiente para volatas cortas y su sprint de media distancia era inferior al de ocho o diez de sus contrincantes, decidió jugárselo todo a una arrancada larga.

Casi le sale bien, de no ser por un Mark Cavendish superlativo que saltó desde atrás, cogió su rebufo y pudo superarle en un último golpe de riñón excepcional. Ambos, alemán y británico, picaron dos segundos respecto del resto de contendientes, que no supieron ni pudieron seguir la rueda de Cavendish hacia la línea de meta. Tercero en la misma fue Thor Hushvod, coequipier de Haussler al que quizá perjudicó la arrancada de su compañero; séptimo fue Aitor Galdós, de Euskaltel, que sorprendió al colarse entre los grandes y compensó de alguna a manera a su equipo la posible fractura de clavícula sufrida por Iñigo Landaluze en una caída bajando la Cipressa.

Los últimos tres kilómetros de Milán – San Remo fueron emocionantes y tuvieron algunos ingredientes de sorpresa. El resto de la carrera, para qué engañarnos, no mereció la pena y no quedará en la memoria de ningún aficionado. No todas las competiciones pueden ser cantos al ciclismo, como la París – Niza que vivimos recientemente. Aunque siempre es un sinsabor ver como monumentos como Milán – San Remo pueden ver a su espectáculo darse de bruces contra el ferreo control táctico del ciclismo moderno. A veces, ciclismo de oficina.

Nostalgia del Treno Petacchi

Fue un 'treno' que impuso el terror allá donde fue. Cualquier cifra sería un poco injusta con él, por ello no merece la pena ni reseñar ninguna por imponente que parezca. El 'treno', maillot gris y cullotte azul marino, llevaba serigrafiado Fassa Bortolo aunque tuviera otro nombre: Petacchi. Se trataba del último vagón, que cuando el resto descarrilaba se desbocaba hasta chocar furioso contra la línea de meta. Alessandro Petacchi.

El 'treno' no dejaba lugar a ningún otro de su especie, era como un perro que al ladrar acallara al resto de la manada. Los nombres de sus vagones, además, perduran en la memoria de muchos aficionados: Brusheghin, Gustov, Flecha, Trenti, Baldato, Tosatto, Ongarato, Velo. Y Petacchi. Era como un cercanías de última generación, preciso y precioso, que calculaba la hora para llegar siempre justo a tiempo, milimétrico. El maquinista, quien hacía funcionar al 'treno', era un maestro como Giancarlo Ferretti, con quien el ciclismo fue injusto tras aquella estafa de Sony Ericsson.

Marzio Brusheghin, Volodimir Gustov y Juan Antonio Flecha eran los primeros en entrar en acción. Italiano, ucraniano, español. Pasaban hasta cincuenta kilómetros en cabeza cada etapa, controlando las distancias para evitar la marcha del grupo de escapados de turno; iban reduciendo paulatinamente, hasta que a diez ó menos kilómetros absorbían a los fugados. Estos ya sabían que no iban a ningún lado, que aquel trío de bestias pardas estaba concebido para quitarles cualquier posibilidad de triunfo y a buen seguro que lo harían. Además, aún les sobraban fuerzas para el día siguiente. El italiano, incluso, se atrevía a luchar por los primeros puestos de la general.

Una vez quedaban alrededor de cinco kilómetros y nadie por delante, salían a escena los otros seis vagones del 'treno'. Todos italianos. Guido Trenti esprintaba, a veces a rebufo de Gustov, y arrastraba a sus compañeros hasta cabeza de pelotón sin que nadie se atreviera a toserle. Su rodar, hasta cierto punto tosco, encontraba su réplica cuando se apartaba y Fabio Baldato tomaba su relevo. Entonces, aquel esprinter reconvertido a rodador imponía su ley con clase clásica, sin extravagancias ni aerodinámicas.

El 'treno' seguía rodando impasible, aunque a su lado otros equipos potentes con un esprinter de categoría intentaban arrebatarles el dominio. No podían, no podían; el 'treno' era casi imbatible. Ni la desgracia podía con ellos, casi nunca tuvo lugar para intentarlo de tan perfecta que era la maquinaria. Se apartaba Baldato y, como un resorte, saltaba Matteo Tosatto para dar un relevo de casi un kilómetro, potente y similar al de un pistard. Era un relevo larguísimo para la situación, acababa cuando se pasaba el triángulo rojo que señala que sólo quedan mil metros hasta la meta.

El momento en que Tosatto se apartaba era quizá el más crítico. Entonces entraba en acción Alberto Ongarato, sprinter demasiado puro, que de alguna manera era un eslabón débil en la cadena. Era el instante en que un valiente que atacara 'a lo Recio' tenía alguna opción de éxito; también el instante donde un lanzador potente con sprinter soldado a su rueda podía desmontar todo el trabajo del 'treno'. Sin embargo, cuando esto no sucedía (casi siempre), Ongarato sprintaba durante quinientos metros, rezando para que el siguiente vagón no descarrilara, por ejemplo, en una curva.

Eso nunca sucedía, o casi nunca. Ongarato se apartaba y era Marco Velo a quien le tocaba hacer un potente sprint de trescientos metros, ejerciendo el rol de lanzador clásico. Resulta curioso que, en un equipo donde cinco ciclistas eran sprinters puros capacitados para hacer las veces de lanzadores, el elegido para la labor fuera el hombre más polifacético y, por tanto, menos especializado. Marco Velo ha valido lo mismo para un roto que para un descosido, ha sido capaz de escalar para Pantani, esprintar para Petacchi y contrarrelojear para sí mismo. Todo lo ha hecho bien. Y, como lanzador, nunca fue menos.

Se apartaba a apenas doscientos metros de meta, y entonces Alessandro Petacchi arrancaba con para hacerse con la victoria. Sólo tenía que hacer un esprint corto, desde una posición inmejorable y con una condición física siempre ideal. Las piernas de Petacchi eran y son dos columnas, dos diosas de La Spezia dispuestas a estallar en cualquier momento y hacer volar por los aires los sueños de aquel que pretendiera pensar en ganarles. Dieron en llamarle Ale-Jet, por su velocidad de crucero; tenía un problema de explosividad, su capacidad de aceleración era algo inferior a la de algún contemporáneo. Ahora bien, su potencia le permitía salir victorioso en cualquier sprint de más de doscientos metros; normalmente sólo se esforzaba esos doscientos, pero de haberlo necesitado aquel Petacchi en el cénit de su carrera hubiera podido esprintar durante cuatrocientos con la misma potencia. Alguna vez lo hizo.

Hace ya cinco o seis años de esto. Como todo lo bueno e imbatible, aquel 'treno' de Petacchi primero, Fassa Bortolo después y por último de Ferreti trabajando en la sombra, se fue descomponiendo. Ese año Brusheghin pidió poder centrarse en la general del Giro; Flecha quiso probar en las clásicas del norte. Trenti emprendió la cuesta abajo casi inmediatamente después del gran Giro 2003; Baldato no fue otro tanto, pero cerca anduvo. Sólo quedaron Tosatto, Ongarato y Velo junto a Petacchi, pero no era ya lo mismo. Cuando acabó la aventura de Fassa y empezó la de Milram, Tosatto se fue a buscar otros horizontes donde tener otros objetivos. Ferreti también se tuvo que ir, se puso al timón Stanga pero...

Ya nada fue lo mismo. Incluso Petacchi parecía menos Petacchi, incluso ahora compartía equipo con su rival Erik Zabel y aquello era una mezcla de donde, aunque hubiera buena fe, no podían salir demasiadas cosas positivas. Tocó fondo el 'treno' cuando Ale-Jet dio positivo por salbutamol en el Giro'07. Entonces se acabó la aventura, la aventura de un 'treno' que todos admiramos en su tiempo...

Victoria del Ciclismo en París - Niza

domingo, 15 de marzo de 2009

Contador casi devuelve la moneda a Luis León

No podía quedar así, no podía quedar la imagen de Alberto Contador como la de un ciclista roto, que pierde dos minutos en tres kilómetros y se deja la carrera por una ambición exagerada. Para eliminarla de la retina del aficionado quedaban algo más de cien kilómetros por los alrededores de Niza, tradicionales, con tres puertos catalogados de primera aunque tendentes más a la segunda categoría: Porte, Turbie, Eze. Luis León Sánchez sabía lo que iba a venir, conoce a Contador como coetáneo y compañero de equipo varias temporadas; el de Pinto iba a atacar desde el inicio.

Y, efectivamente, sucedió. En las primeras estribaciones del larguísimo Col de Porte se formaba un grupo de veinticinco ciclistas donde entraban dos coequipiers del superclase madrileño, el kazajo Dyachenko y un Popovych que parece ser la segunda mejor arma de un Astaná que ha mostrado una imagen deplorable, Contador aparte. El Caisse d'Épargne del líder Luis León, por su parte, filtraba a Óscar Pereiro y David López, sabedor de que aquello no hacía más que comenzar. Cuando la fuga tenía una veintena de segundos, Contador saltó del pelotón. Se pusieron entonces los astros del lado del corredor de Astaná, o más bien en contra de un Luis León que pinchaba en dos ocasiones consecutivas. Ello obligo a su equipo a esperar, frenar el pelotón y dejar marchar a Contador hacia la gesta.

Pasó el madrileño como un obús por el grupo de fugados, quien pueda que me siga, y sólo pudieron a la postre otros cuatro ciclistas entre los cuales no estaba -significativamente- ninguno de sus coequipiers: el estonio Rein Taaramae (Cofidis), el francés Sandy Casar (Française des Jeux) y los nacionales Aitor Hernández (Euskaltel)... y David López. Hizo camino junto a ellos, fueron útiles Casar y Taaramae en la transición entre Porte y Turbie hasta caer desfondados, primero el joven estonio y luego el curtido francés. Hernández, por su parte, no podía dar más de sí y cedió a las primeras de cambio, si bien su combatividad y el cierto punto de descaro mostrados merecen un reconocimiento. David López, por su parte, se limitó a rodar el último del grupo y esperar a que desde el coche le mandaran esperar para tirar del pelotón...

Un pelotón donde las alianzas e intereses comunes tomaron presencia a partir de que Contador alcanzara, pasado el Col de Porte, los 2:30 de ventaja, una diferencia que le colocaba líder virtual. Caisse d'Épargne estaba superado, sólo Perget y un Pereiro cuya buena actitud quedaba opacada por un mal momento de forma daban el ancho; no era suficiente. Quick Step y Saxo Bank no tuvieron más remedio que colaborar, dado que veían amenazados los puestos de podio de Sylvain Chavanel y Frank Schleck, respectivamente.

La distancia bajaba en el llano y la bajada, en algún momento el grupo de Contador parecía estar cazado al mantener sólo quince segundos de ventaja con más de treinta kilómetros hasta meta. Sin embargo, cuando llegaba la subida se entraba en terreno del madrileño; y ahí ni Perget, ni Sörensen, ni Pineau, ni tantos otros que relevaban en el pelotón... ni todos juntos podían con el madrileño, que incrementaba su ventaja para poder soñar ya no con la general, sino al menos con la victoria de etapa. En los descensos, por contra, la historia seguía discurriendo al revés.

Una vez pasado La Turbie, la gesta de Contador ya no era posible; el maillot amarillo estaba demasiado lejos. Su enconada lucha individual contra el gran grupo había terminado con el resultado lógico. Saxo Bank cejó entonces en el empeño de perseguir, dejándole la tostada a un David López que no pudo resistir con Contador y ahora tiraba de Luis León. El madrileño volvía a marcharse poco a poco, hasta que un agresivo Toni Colom (Katusha) demarraba y se llevaba consigo a Frank Schleck, que veía la oportunidad de asaltar el segundo lugar de Chavanel en la general. Después se unía a ellos un Cadel Evans que debió sentirse raro atacando. Siempre tiene que haber una primera vez, pensaría el australiano de Silence. Luis León Sánchez, mientras tanto, hacía gala de una sangre fría extraordinaria y confiaba en el trabajo del voluntarioso David López.

Se coronó Eze y la aventura de Contador tocaba a su fin. El campeón madrileño poseía una ventaja exigua de trece segundos respecto al trío perseguido, que se convirtió en dúo cuando Evans dejó ver de nuevo sus pésimas dotes de bajador, ilógicas en un corredor supuestamente habilidoso al venir del mountain bike. Fue finalmente absorbido a poco más de diez kilómetros de meta, en plena bajada, y trató de colaborar con dos hombres que tiraban con una fuerza inusitada pues las circunstancias le acercaban sus objetivos: Colom era de largo más rápido que Contador y Schleck, lo cual le daba la victoria de etapa; Schleck, por su parte, recibía noticias de que a Chavanel se le había salido la cadena, lo cual ampliaba opciones de robar al francés el segundo cajón del podio.

Al entrar al Boulevard de los Ingleses todo parecía definido como finalmente se definió. Luis León iba en un grupito de diez donde había empalmado Chavanel, controlando las distancias sabedor de que se iba a llevar holgada y merecidamente la prueba. Schleck sabía que a su rival francés la avería le había costado ciertos segundos, lo cual le encaramaría a la segunda posición en la general final; incluso se permitió el lujo de dar un último relevo potente para después dejarse ir y no disputar el sprint. Toni Colom, por su parte, tenía la victoria casi asegurada y conseguía así el objetivo que tanto había buscado en esta París – Niza a pesar de un último golpe de riñón de Contador...

Contador. Estadísticamente se quedó sin recompensa. Moralmente, sin embargo, ha sido el gran triunfador: se ha revindicado como ciclista y como campeón. Además, desde este momento su faceta de celebridad puede ir 'in crescendo' sin muchas dificultades a poco que maneje bien su entorno mediático. Por último, no cabe duda de que esta experiencia será muy valiosa; ya decía Armstrong en su Twitter que le quedaba mucho que aprender. Ahora le queda un poco menos.

Pero, sobre todo, el que gran beneficiado hoy es el ciclismo. En estos tiempos de polémicas entre grandes vueltas, dopaje y debate sobre el pinganillo, son de agradecer jornadas de competición pura como la de hoy. Los líderes ya no escudan en equipos, ni se excusan en calendarios; ahora demuestras su condición de 'grandes' desde el primer hasta el último minuto de temporada. Eso lo agradece el aficionado fiel, también el aficionado medio al que los nombres llaman más cuando detrás hay hombres. Cuando hay la consciencia de que viendo hoy a Luis León vemos el principio de un próximo líder mundial. Cuando viendo hoy a Contador sabemos que observamos el principio de una auténtica leyenda.

París - Niza estalló en las manos de Contador

sábado, 14 de marzo de 2009

A treinta kilómetros de la meta se coronó el Puerto de primera de la Bourgaille en la séptima etapa de la París – Niza. Se acababa de formar un grupo casi perfecto para los intereses españoles: Alberto Contador (Astaná), líder de la prueba, junto al poderoso rodador Luis León Sánchez (Caisse d'Épargne), segundo en la general, y el escalador Toni Colom (Katusha), noveno. Por detrás, Frank Schleck (Saxo Bank) no podía mantener el ritmo y esperaba a su compañero Jens Voigt para intentar entrar en el grupo de los españoles. El resto de favoritos, incapaces, se organizaban esperando minimizar el tiempo perdido en meta.

La situación no podía ser mejor, la manera de llegar a ella tampoco. Todo había empezado con una fuga de una decena de corredores, donde viajaban Juan Antonio Flecha y Joan Horrach y de la cual el último superviviente fue un Martin Velits (Milram) que sólo fue cazado por el trío de españoles formado al final de la Bourgaille. La selección en el pelotón la llevaron a cabo los voluntariosos hombres de Cofidis; Remi Pauriol y Amaël Moinard, entre otros, se vaciaron para acercar a la victoria a un David Moncoutié al cual se le acabó la gasolina demasiado pronto. Empezaron entonces los ataques, donde tomó la voz cantante un Toni Colom que primero redujo el grupo a sólo ocho ciclistas. Luego, su aceleración sólo pudo ser respondida (y continuada) por Contador primero y Luis León después.

Fue entonces cuando se coronó la Bourgaille y todo parecía dispuesto para la entente. A Luis León le interesaba la general, asegurarse un puesto en el podio utilizando su potentísimo motor durante el descenso jalonado de repechos camino de Fayence; los anhelos de Colom iban por la etapa. Contador, por su parte, se hubiera quitado de un plumazo a todos los rivales menos el murciano de Caisse d'Épargne, una bendición si tenemos en cuenta que en la salida había cuatro ciclistas más en disposición de asaltar su liderato.

Hubo entonces momento para el recuerdo. La memoria nos retraía al “¡¡Luisle, Luisle!!” gritado por Contador hace dos años, camino de Cannes en la penúltima etapa de la propia París – Niza, cuando Luis León no quiso esperar al superclase madrileño de Astaná, que de haber ido con él se hubiera puesto de líder en una carrera que a la postre sería suya. Fue un momento de desacuerdo, en el cual un ambicioso Contador no quiso hacer un trato y ceder al murciano la victoria de etapa a cambio de quedarse con el liderato. Pudo haberse arrepentido. Esta vez, seguramente, se arrepentirá.

El recuerdo se convirtió en un fantasma que se pasó para saludar y complicarlo todo. Por detrás, Sylvain Chavanel (Quick Step) se había unido al dúo de Saxo Bank y conseguía reducir distancias respecto al trío de cabeza. El acuerdo tenía que llegar sí o sí, Luis León se acercó a Contador e intentó hablarle. El madrileño, demasiado altivo, no quiso saber nada y sí mantener sus opciones de llevárselo todo. Pasaba con menor fuerza al relevo porque era el líder y teóricamente no tenía tantos intereses como sus compañeros porque esa aventura llegara a buen puerto; su negativa a ceder nada resultó demasiado irritante.

Cuando los perseguidores alcanzaron la cabeza de carrera, sus hasta ahora compañeros de fatiga Toni Colom y Luis León Sánchez comenzaron a lanzar ataques que sonaban a reproche. Contador debía responder en primera persona, puesto que todo lo que fuera darles demasiada ventaja perjudicaba sus opciones de triunfo en al general. Los extranjeros, expectantes, dejaban hacer. Hasta que un ataque de Luis León no pudo ser respondido por el superclase madrileño, que se vio obligado a dejarlo ir y, lo que es peor, renunciar a controlar la distancia que tomara el madrileño. Hemorragia de segundos, la ambición hacía que a Contador se le escaparan Luis León y la carrera.

En apenas diez kilómetros de terreno rompepiernas (descenso técnico y repechos) el corredor murciano había recortado a Contador la ventaja que le llevaba en la general. El de Astaná, por su parte, tiraba a la desesperada con menos desarrollo del conveniente, pidiendo a sus compañeros de grupo algún relevo y acordándose de sus coequipiers, que viajaban en grupos más retrasados víctimas en casi todos los casos de un mal momento de forma. Sólo Voigt le daba un respiro, cuidando de las opciones de Frank Schleck, pero sin demasiada fe.

Quedaban sólo cuatro kilómetros hasta meta, dos de llano y dos de subida. Luis León llevaba un minuto de ventaja. Y entonces Colom reprochó por última vez a Contador su ambición, que había impedido al grupo de españoles llegar a meta y jugarse la victoria. El reproche, en forma de demarraje, no lo pudo responder el campeón madrileño. Voigt sí pudo. Schleck y Chavanel se quedaron a rueda de Contador, atónitos ante la impotencia del ex pupilo de Manolo Sáiz. Entonces el francés de Quick Step decidió dar el golpe de gracia, atacó y se llevó al de Saxo Bank a rueda para dejar a Contador solo y desfondado.

Lo que sucedió después fue una pájara en toda regla. También la imagen de un ciclista hundido, más psicológica que físicamente, debido a sus actos. Alberto Contador perdió casi dos minutos en tres kilómetros, fue superado por un grupo de veinte ciclistas como el más vulgar esforzado de la ruta que es devorado por el pelotón después de una infructuosa fuga en el llano. Uno tras uno le iban superando corredores infinitamente inferiores a él, pero sin la soberbia que había aparecido para hundirle y robarle una carrera que parecía suya.

Luis León Sánchez, por su parte, llegó lleno de rabia y fuerza bruta a cruzar la empinada línea de meta de Fayence, donde alzó los brazos al cielo como recuerdo a su hermano León Sánchez. Sacó cincuenta segundos a los otros favoritos, que llegaron encabezados por Colom; y castigó con casi tres minutos a Contador. A un Contador que, con una sangre fría que incluso se podría haber disfrazado de humildad, debería haber colaborado a tope con él y Colom para llegar a meta con ventaja, eliminarse rivales y ganarse amigos. No lo hizo y por ello seguramente ha perdido la París – Niza. La parte buena, la única, es que tiene 26 años y con esto aprende una valiosa lección.

Cinco Nombres del Inicio de Temporada (y II)

viernes, 13 de marzo de 2009

13 de Marzo, Arueda.com

Hace algo más de una semana comenzamos en Arueda.com un repaso de lo que llevamos de curso ciclista 2009, que empezó voraginoso y continúa en la misma línea, prometiendo una segunda parte con cinco nombres internacionales. Cinco nombres que resumieran todo lo vivido hasta ahora en el panorama mundial, las noticias más destacadas y las competiciones más relevantes.

Aquí están esos nombres. No se trata de ciclistas individuales, sino más bien de grupos cuya representatividad de lo que está pasando esta temporada resulta máxima. Nos encontramos a tres equipos cuya labor conjunta ha sido excelente, bien a través de la suma de resultados individuales o bien a través de un bloque superlativo. También tenemos a una generación de corredores que puede llevar a un país de gran tradición a recuperar gran parte de su peso perdido en el ciclismo de alto nivel; y a varios hombres que se han puesto de nuevo en el ojo del huracán mediático con su regreso a la primera línea, sazonando aún más una temporada que ya de por sí se presenta picante.


Katusha La estructura rusa, heredera del Tinkoff que el año pasado rindiera a tan buen nivel en el Giro de Italia, generó dudas entre muchos aficionados al ciclismo antes incluso de salir a las carreteras. No era fácil pasar de ser una escuadra familiar que prácticamente representaba a un país, Rusia, a ser una multinacional deportiva. Y más aún si en esa multinacional se estaban sumando sin aparente coherencia nombres de gran calidad pero que no dejaban vislumbrar una posible labor de equipo cuando la competición invitara a ello. Sin embargo, el mánager Omar Piscina ha conseguido hacer funcionar lo que parecía afuncional; Katusha es el segundo equipo con más victorias del ProTour, siendo que con McEwen, Napolitano y Steegmans ha mostrado una superioridad incontestable en las llegadas masivas. Al menos, mientras los hombres de Columbia no han entrado en juego.

Diquigiovanni Aunque si hablamos de grandes cantidades de victorias, este equipo italiano registrado en Venezuela se lleva la palma. Su mánager Gianni Savio ha buscado dar un salto de calidad a la formación, apostando para ello por incorporar a grandes ciclistas que apuran sus últimas pedaladas como Davide Rebellin o Gilberto Simoni y mantener a corredores en plena explosión como Francesco Ginanni, un proyecto de clasicómano que aspira a marcar una época a partir de la próxima temporada. Por no hablar de la recuperación para el ciclismo de Mattia Gavazzi, hijo del mítico Pierino y ex cocainómano, que demostró grandísimas cualidades como velocista con cinco victorias entre enero y febrero. Así, de momento, Diquigiovanni acumula ya un total de quince triunfos, cinco más que el segundo equipo con más victorias (Columbia). Sensacional.

Cervélo Aunque si está habiendo un equipo sensación esta temporada éste es, sin duda, el novedoso Cervélo Test Team. El original concepto de una estructura dedicada a servir de banco de pruebas en competición a una serie de marcas del sector de la bicicleta se ha puesto en práctica con una plantilla donde sólo Carlos Sastre y Thor Hushovd destacan por encima de la media y nadie destaca por debajo. Una plantilla donde predominan los rodadores, ciclistas potentes capaces de destrozar un pelotón en cualquier momento, tal y como se demostró en una Vuelta a Qatar donde dominaron de principio a fin... y no consiguieron la victoria debido a un Tom Boonen impresionante. La agradable sorpresa en que se ha constituido Heinrich Haussler gracias a su salto de calidad refrenda las buenas sensaciones que transmite a un equipo al que, sin embargo, aún falta ver en las citas más importantes.

Sylvain Chavanel El francés se aupó el martes al liderato en París-Niza aprovechando el trabajo de Rabobank en el llano, si bien su mayor exhibición de la temporada ha sido la de Kuurne-Bruselas-Kuurne, donde dejó en bandeja la victoria al anteriormente mencionado Tom Boonen. Es el principal exponente de una poderosa generación de ciclistas franceses que vuelven a merecer el título de esforzados de la ruta, alejándose de esa imagen de aburguesamiento que han dado algunos de ellos en los últimos tiempos. Junto a él, llamados a devolver a Francia a su lugar histórico dentro de la competición, están David Moncoutié, que comienza una segunda juventud que puede ser muy fructífera; Thomas Voeckler, cuya teatralidad le resta el reconocimiento que realmente merece; Romain Feillu, aspirante a la primera fila mundial en poco tiempo que ya fuera líder del Tour el año pasado; y Mathieu Ladagnous, un rodador excepcional que se encuentra cercano a la explosión que le llevará a formar parte del grupo de 'flandriens' de élite donde ahora mismo hay mayoría de belgas.

Los Regresos Durante unas semanas no se habló de otra cosa: Lance, Lance, Lance. Había vuelto Lance Armstrong, había que celebrarlo. Y se celebró con una cobertura como no se recordaba para el ciclismo. El Tour Down Under adquirió una mediatización inesperada y superlativa gracias a la presencia del campeón tejano; y con el Down Under, todo el mundo de la bicicleta. Deportivamente ha sido significativo, pero no tanto; Lance sigue siendo muy fuerte, pero aún le falta 'punch' y se dedica más a juguetear atacando desde el inicio de las etapas que a intentar ganar de verdad. Casi igual que el italiano Ivan Basso, el otro gran regreso del año, que enfundado en el maillot de Liquigas sólo ha mostrado tensión competitiva real en la argentina Vuelta a San Luis. Sin embargo, no hay que olvidar que el punto de mira, tanto de Armstrong como de Basso, está puesto en mayo. Concretamente, en ese Giro del Centenario que cada vez pinta mejor y más emocionante. Al menos, a priori.

"Puedo estar con los mejores"

miércoles, 11 de marzo de 2009

Entrevista a Rubén Plaza
4 de Marzo, Arueda.com

Nacido el 29 de Febrero de 1980 en Ibi (Alicante), Rubén Plaza es seguramente uno de los tres mejores contrarrelojistas de España.

Pasó a profesionales en 2001 con Banesto, muy joven y avalado por un físico impresionante definido por más de 1'90 de altura y complexión atlética. Sin embargo, no tuvo suerte en la escuadra bancaria; aún a pesar de adjudicarse el Campeonato de España de ruta y una etapa del Regio Tour en 2003, ese año fue el último que pasó bajo la disciplina de Echavarrí y Unzué debido a las dudas sobre su futuro que generaban sus constantes lesiones y problemas de espalda.


Fue entonces cuando se cruzó en su vida Vicente Belda, histórico director del equipo Kelme, que le incorporó a las filas del por aquel entonces ya denominado Comunidad Valenciana. En las tres temporadas que permaneció allí alcanzó su mejor rendimiento, consiguiendo un total de nueve victorias y un excepcional quinto puesto en la Vuelta a España 2005, donde fue el mejor luchando contra el crono.

Pero su historia daría un giro radical, tal y como sucedió y sucede con muchos otros ciclistas, en mayo de 2006. Explotó la Operación Puerto, y Plaza se vio involucrado sin comerlo ni beberlo; se ofreció a todo, como el resto de su equipo, con tal de demostrar su inocencia. Pero las cartas estaban marcadas, perdieron la partida y, desde entonces, Rubén se ha visto obligado a peregrinar de escuadra en escuadra.

Mediada la temporada 2007, de nuevo Echavarri y Unzué le dieron un hueco en Caisse d'Épargne, lo cual no sentó bien a unos patrocinadores que forzaron su salida a final de año a pesar de haber dado un rendimiento muy bueno. La temporada pasada fue el equipo portugués Benfica quien le incorporó a su plantilla, y él volvió a responder con varias victorias y un tercer puesto en la general de la Volta a Portugal. Este año, ante la desaparición de Benfica, ha buscado acomodo en Liberty Seguros, donde entró con buen pie siendo tercero en la Vuelta al Algarve sólo por detrás de los superclases Alberto Contador y Sylvain Chavanel.

La manera de empezar la temporada no ha podido ser mejor...
Pues sí, he empezado este año en el Algarve y bueno... primera carrera del año, terminar en el podio con el nivel que había... es para estar contento.

¿Cuál es tu principal objetivo para este año?
Al principio, destacar un poco en el inicio de año: vueltas como Algarve o Murcia. Y, a partir de abril, prepararme de cara a la Vuelta a Portugal, que es el gran objetivo del equipo.

Parece que le has cogido el gusto a Portugal...
Sí, ¡qué remedio! Ya es el segundo año en un equipo portugués, y hay que adaptarse un poco al calendario portugués y a los objetivos del equipo.

Aún así, ¿no te gustaría volver a España?
Sí, claro que me gustaría. Pero las cosas están complicadas y bueno, hay que intentar aprovechar el año en Portugal y hacerlo lo mejor posible para buscar opciones y mejorar.

Con el precedente de aquel quinto puesto en la Vuelta a España de 2005, ¿hasta dónde crees que podrías llegar compitiendo en el ciclismo de máximo nivel?
Esa es una duda que me gustaría resolver, llevo varios años con ganas de hacerlo. Yo creo que habiendo estado tan cerca del podio... Me gustaría volver algún día en una vuelta grande para estar luchando por el podio. Lo malo es que los años pasan... y no vuelven. Entonces, sólo queda tener un poco de paciencia y otro poco de fe y... esperar.

La convocatoria para el Mundial de Contrarreloj que recibiste de Paco Antequera, ¿fue de alguna manera un premio, un reconocimiento?
Sí, también una manera de volver al ciclismo de élite, a las mejores carreras del mundo. Un poco para revindicar que sigo ahí, que puedo estar entre los mejores del mundo y, aunque la prueba no salió tan bien como me hubiera gustado, sólo el hecho de estar ahí después de unos años sin poder disputar este tipo de carreras para mí fue una victoria.

¿Es el Campeonato de España Contrarreloj, a corto plazo, un objetivo realista y bonito?
A mí me atrae muchísimo, es una especialidad que me gusta y además llevo varios años rozando la victoria. No es fácil, porque para el equipo no es un objetivo prioritario y es difícil compatibilizarlo con la Vuelta a Portugal [Los Campeonatos son a finales de junio, mientras que la cita portuguesa se disputa a mediados de agosto]. Aún así, este año intentaré llegar lo mejor posible y ganarlo.